sábado, 25 de junio de 2011

E L E F A N T E S







El elefante abrió sus ojos y entonces recordó su nombre,


se llamaba Severínovich.



¿De qué quiere su pintura?



Mano, ojo, hígado, sesos... ¡deténgase! espere un momento y pregúnteselo; rásquese la cabeza, trague saliva y ponga su mente en blanco (¿cómo un lienzo?).



La pintura ha muerto y renacido una, dos, cuatro, nueve, setenta, cien veces; ¡ha muerto la pintura, viva la pintura! ¿Pintura? ¿Qué es eso? El elefante únicamente tiene la garantía de que no por ser pintor se es artista, ni que se es artista por ser pintor.



Las distintas posturas pictóricas se toleran o enfrentan, se complementan e ignoran, se consienten y coexisten, es la polisemia o el diálogo autista, Las diversas miradas acreditan sus posibles respuestas, las que se manifiestan inestables, parciales y flexibles; la pintura es X y X es la variable.



La Peinture se contrae y se expande, voltea hacia sus entrañas, implosiona, muta, se aparea con otras disciplinas, sus rostros son tantos que a veces no se reconoce; se niega a si misma 3 veces y cuando el gallo canta se vuelve a negar. Pintar pintura, modelar pintura, construir pintura, pensar pintura, no pintar pintura…he aquí el dilema.



La pintura ha prevalecido después de la pintura; quedó atrás la época de Rafael, Cezanne, Kandinsky, Pollock… los pintores contemporáneos tienen frente a sí múltiples veredas, éstas les prometen conducirles a un mismo destino: el aquí, la certeza del ahora.







Benjamín Hurtado Ramírez







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